martes, 18 de marzo de 2014

LOS POBRES PEATONES

por José Luis Manzanares 

 
Los peatones venían utilizando las aceras desde tiempo inmemorial como zona segura frente al tráfico rodado. También los ancianos de equilibrio inestable, con o sin bastón o andador,  las madres con el cochecito del niño y los paralíticos en silla de ruedas podían salir de casa y tomar el aire en esa acera que el diccionario de la Real Academia define como “orilla de la calle o de otra vía pública, generalmente enlosada, sita junto al paramento de las casas y particularmente destinada para el tránsito de la gente que va a pie”.

Hoy las cosas han cambiado para mal porque los ciclistas ponen en peligro a los peatones. Aquellos circulan por las aceras –no hablemos ya de las cacareadas zonas peatonales- como quieren, en el sentido que les plazca y sin mantener distancia alguna respecto a quienes hasta ahora podían deambular por allí con absoluta tranquilidad. Los ciclistas pueden escoger entre la calzada y unas aceras donde nunca habrá dirección única. La estrechez de la acera no importa y los pasos de cebra se toman como viene en gana. El peatón puede ser golpeado en cualquier momento por un ciclista que le adelanta a mayor o menor velocidad, o que se le acerca de frente y quizás le obligue a bajar a la calzada. El mundo al revés.

Bien está que los ciclistas dispongan de un carril especial allí donde su número, las condiciones del terreno y el presupuesto lo aconsejen, pero no es justo que, tratando de evitar el peligro que para ellos suponen los automóviles, se conviertan a su vez en una amenaza para los peatones y particularmente, conviene repetirlo, para las personas mayores o más desvalidas. Es decir, para quienes la alternativa no es utilizar la bicicleta en otro lugar o ir simplemente a pie, sino quedarse en casa.

Un día toca lucirse con la preocupación por las personas de la tercera edad y las discapacitadas física o mentalmente, y otro se las olvida porque el ciclismo ecológico se ha puesto de moda. Si este disparate se consolida, habrá que instaurar un Día del Peatón para disfrutar de las aceras sin bicicletas, tándemes,  triciclos y otros vehículos por el estilo, Y mientras tanto, casco obligatorio para todos. 

Progresismo de salón con rasgos provincianos y un tufillo demagógico que, como paradójicamente suele ocurrir, acaba volviéndose contra los más débiles.

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