Por Carlos Mendez. La ciudad subido en bici
:: Jueves, 12 de Diciembre de 2013 ::
Son muchas las campañas que van enfocadas a respetar o a tener cuidado con los petaones, porque “todos somos peatones”, o al menos así nos lo han hecho creer. Pero estamos muy equivocados, yo no soy peatón y creo que nadie debe serlo, o debe considerarse como tal. Es posible que el título y estas palabras me acarreen algunas críticas, pero les ruego que se lean todo el artículo (si tienen el valor de aguantarme) y luego decidan por sí mismos si sigo mereciendo o no esas críticas
Porque ¿qué es un peatón? Si acudimos al diccionario de la RAE, un peatón es aquella persona que va a pie por una vía pública. Pero, ¿cuál es su origen etimológico? Todo apunta al francés, que adaptó la palabra latina “pedis” como piéton y la aplicó al soldado de infantería, que combatía a pie. En España, la palabra comienza usarse a partir del siglo XVI para designar a aquellos que deambulan caminando por cualquier sendero público o privado de uso público, y no utilizando ningún tipo de vehículo de transporte.
Y aquí está el quid de la cuestión: el peatón se define por lo que no tiene (ningún vehículo de transporte), en lugar de por sus características propias o de lo que sí tiene. Vamos, que de no haber vehículos u otros medios de transporte, no habŕa peatones. ¿Me equivoco?
Y si no, hagan la prueba. Vayan a un pueblo pequeño, de esos que abundan en Tierra de Campos, cuánto más pequeño mejor, y fíjénse a ver cuántos “peatones” hay.. Exacto, ninguno, porque no hay coches frente a los que se les tenga que definir como peatones y al no haberlos, son ni más ni menos que “lugareños”, “paisanos” o... personas.
Pero tampoco hace falta que salgan a nuestros pueblos para darse cuenta de que los peatones no son más que una ficción creada por la presencia exagerada y abusadora de los automóviles. Vayan a un centro comercial, dénse una vuelta y miren a ver cuántos peatones hay. Otra vez ninguno. Y sin embargo, hay mucha gente que se desplaza a pie.
Entonces, ¿por qué no son peatones? Sencillamente, porque no hay vehículos que les doten de esa condición. Hagan lo mismo en la plaza Mayor de Valladolid en Navidad, cuando está todo llenos de atracciones para los niños y la entrada al aparcamiento está cortada. ¿Hay peatones? No, hay gente jugando, esperando a montar en las atracciones, comprando en los puestos, haciendo cola... pero no los consideramos peatones en ese momento.
En definitiva, el peatón es, actualmente, ni más ni menos que una invención, una vez más, del todopoderoso automóvil, un automóvil que los relega a utilizar cuotas mínimas de espacio público, que les encasilla y les obliga a utilizar las aceras y las calles “peatonales”, dejando el resto para los coches (porque las bicis tampoco somos bienvenidas en la calzada a pesar de que tenemos derecho a ello).
Y las zonas peatonales obligan, además, a utilizar otra de las condiciones de la definición del peatón: el desplazamiento. El coche, de nuevo, extrapola su condición principal (objeto hecho para moverse) al resto: Si no me estoy moviendo no soy peatón y, si no soy peatón, ¿qué hago en una zona peatonal? El peatón es fruto, ni más ni menos, que del diseño de una ciudad creada no para estar en ella, sino para transitar por ella.
El peatón no es más que el reflejo pedestre del automóvil: hay que desplazarse, hay que moverse, hay que transitar. Las ciudades, cada vez más espaciadas, con cada vez más distancias, obligan al movimiento. Te obligan a “ir,” en lugar de permitirte “estar”.
Necesitamos cambiar este concepto, es necesario una reivindicación del espacio público, de las calles, de las plazas, de los parques, de las aceras, que nos permita estar en ellas, sentirlas, vivirlas, disfrutarlas y compartirlas.
Yo quiero dejar de ser petaón y pasar a ser, simplemente, persona.
Nos vemos en las calles
Salud y pedal
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